jueves, 17 de noviembre de 2011


PINA 3D (Win Wenders, 2011)
La danza del alma humana 


La danza contemporánea de la coreógrafa Pina Bausc, poesía visual que retratando el alma humana, la fragilidad, la soledad, la impotencia, la alegría, el amor... a través de los íntimos movimientos de cada bailarín; Pina les abría la puerta de la creación propia para que se movieran como ellos sentían, les guiaba en una creación conjunta.

Wim Wenders nos lo muestra con imágenes realmente emocionantes, hay momentos impactantes de belleza y armonía con el espacio arquitectónico, urbano o natural que estremecen por su fuerza y pasión. La maravillosa y delgada piel de hormigón agujereada por Kazuyo Sejima que abraza a los bailarines o la caja de vidrio que deja penetrar la naturaleza en su interior son sus más sugerentes escenarios, y recursos como el uso de la lluvia artificial y el suelo de tierra dentro del teatro hacen de la danza, materia.

Pero el ritmo y el montaje del documental hacen que pierda el encadenamiento de ese elevado estado al que te transporta momentáneamente decayendo su fuerza. El recurso del 3D no me parece necesario en esta película, a no ser que se hubiera usado de forma más atrevida, introduciéndonos entre los bailarines y sintiéndolos a nuestro alrededor. Hay profundidad espacial de la pantalla de cine hacia dentro, pero apenas hacia el espectador. Con el cartel de Pina 3D me ha ocurrido como con algunos proyectos de arquitectura, algunas imágenes son tan sugerentes que prometen una obra que no es.






Zollverein School of Management and Design, Alemania
Sejima y Nishizawa- Estudio de arquitectura SANAA de Japón


martes, 15 de noviembre de 2011

MELANCOLÍA (Lars von Trier, 2011)
Depresión y fin del mundo



Unas poderosas imágenes ralentizadas y de gran belleza, subrayadas por una potente música, nos introducen en un estado de ánimo de extrema sensibilidad hacia el mundo interior y hacia el Universo, anticipándonos  la inminente destrucción de la Tierra por el choque con el planeta Melancolía. Manteniendo las reminiscencias del Dogma, cámara en mano y desenfoques encadenados, Lars von Trier nos presenta una lujosa boda entre Michael y Justine, llena de momentos políticamente incorrectos que van dinamitando la fiesta deliberadamente y desenmascarando la hipocresía entre familiares. 

El sufrimiento interior de la protagonista se va haciendo cada vez más fuerte, su estado depresivo y melancólico pende de un hilo, su fragilidad es desmesurada y sus ganas de vivir se van apagando poco a poco, perdiendo incluso las fuerzas necesarias para levantar el pie y meterse en la bañera. El director ha afirmado que Justine es su álter ego, al encarnar su depresiva visión de la vida. Su hermana Claire cuida de ella, en el mismo lugar en que se celebró la fiesta donde vive con su hijo y marido podrido de dinero, que ha pagado la desastrosa boda. Al mismo tiempo que vemos la preocupación de Claire por la salud de su hermana y su amor hacia su niño, nos muestran el desasosiego de ésta por el fin del mundo, en contraste con la indiferencia de Justine hacia la vida y la tranquilidad al sentir el fin de todo tan cerca; nadie nos echará de menos en el Universo, porque estamos solos.

Lars von Trier se aleja de la abstracción absoluta de Dogville, para querer incorporar torpemente demasiados elementos de distinta procedencia, como ese toque paranormal y mágico de Justine al decir "yo sé cosas..." sobre la inexistencia de vida en el Universo y al adivinar el número de alubias de un frasco. La escena final del Apocalipsis es tan potente y espectacular como artificiosa, pero te arrastra irremediablemente hacia el otro lado de la pantalla, entras en esa realidad mediante una hipnosis visual acompañada por una apocalíptica música in crecendo de una fuerza y volumen exagerado que hace vibrar el cine entero, finalizando con un gran estruendo que se siente muy dentro, todavía después de unos segundos de oscuridad; la oscuridad que deja la nada.


Una mezcla de referencias me llegan a la memoria al ver ciertas imágenes de Melancolía:



La escena de la fiesta tanto por sus colores e iluminación, como por el baile de la cámara entre los invitados recuerda, sin lugar a dudas, a Celebración de Thomas Vinterberg.

Y no solo en la forma, también imita la intención de esas confesiones descaradas en público de boicotear la fiesta.











El escenario exterior recuerda a los jardines de estilo francés de El año pasado en Marienbad de Alain Resnais, así como su disposición simétrica respecto del palacio, en este caso de la mansión de recreo.


Lars von Trier filma los paseos de los invitados entre los recortados árboles alineados desde la misma perspectiva.







Y con ansias desbordadas de querer mostrar a toda costa la imagen exitosa de las dos Lunas en la noche, nos la muestra desde puntos de vista opuestos. 


Y nuestra Luna solo se puede ver mirando hacia el Sur.













Quizás el tema de fondo haya sido inspirado por Sacrificio de Andrei Tarkovski donde una familia encerrada en una aislada mansión espera y teme una guerra que provocará la destrucción y pérdida de toda posesión material y espiritual. 


Se repite la figura del niño y de una mujer que se vuelve histérica por miedo a lo que vendrá.







Claro que la visión apocalíptica de Tarkovski y von Trier es completamente distinta, si bien uno sufre por la incertidumbre desde una visión existencialista, el otro es indiferente a la destrucción del mundo desde una mirada deprimente y melancólica de la vida.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

LA FRONTERA DEL ALBA (Philippe Garrel, 2008)



Con un blanco y negro que perfila minuciosamente los rostros en primer plano, los espacios de las habitaciones de sábanas arrugadas y los sentimientos más profundos, los miedos y el desgarro interior de pasiones incontrolables.

Miedo a lo convencional, a enjaularse o encasillarse en un esquema de vida impuesto desde fuera y no lo que fluye de forma natural en su vida, una confusión de sentimientos de amor indescifrables e imposibles de definir con palabras. Perdido en un mundo que no es capaz de entender, ni de entenderse a sí mismo. Lleno de angustias por el pasado, el ahogo del presente y el miedo al futuro, cobardía y confusión al mismo tiempo. Arrastrado por su mente, por la perdición de no saber lo que quiere o saberlo y darse cuenta demasiado tarde...

Philippe Garrel nos acerca al mundo de las relaciones amorosas con unos temas tan íntimos como cotidianos, entremezclados con ese tono trágico de suicidio recurrente en sus películas. Su característico estilo marcado por una fotografía en un blanco y negro exquisito acompañado con una sugerente música de violines da forma a la carga sentimental que nos plantea de dudas e inseguridades sobre el amor y la vida.

Los tormentos que asaltan al protagonista al final de la película, sus miedos a esa vida decidida de antemano por otros, mezclados con el remordimiento de no haber amado lo suficiente, de haberse comportado injustamente con Carole, su anterior amor, los muestra mediante apariciones fantasmales de ésta en el espejo donde Françoise se mira desesperado, ¿es necesario que los fantasmas mentales se aparezcan en el reflejo de un espejo? Queda un tanto forzado, comparado con la naturalidad y maestría del tratamiento que Tarkovski da a la representación de la mente en Solaris. Perdonado este detalle nos queda un delicioso fresco de sensaciones que merece mucho la pena disfrutar.







"LA LEY DE LOS LIMPIAPARABRISAS"
El amor es así: 
Cuando uno se acerca, el otro se aleja.
Cuando el otro se acerca, el opuesto se aleja